Encabezamiento Vicente Romero
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CRÓNICAS EN RNE


HISTORIAS MÍNIMAS:


5.
Los comandos de la usura 31/01/2006


Nunca habría sospechado que existieran comandos de la usura, que actuaran clandestinamente a las órdenes del integrismo bancario. Si me hubieran hablado de ellos, lo habría tomado por un buen chiste o por una agria fantasía cinematográfica. Pero, como las meigas, haberlos, haylos. Y el otro día me topé con uno de ellos en los mismísimos pasillos de Torrespaña.

Había salido yo de la redacción de Informe Semanal, para hablar por mi teléfono móvil sin molestar a mis compañeros, y caminaba de un lado a otro, cuando vi que salían del ascensor tres tipos de aire sospechoso. Uno, de unos 50 años, que parecía ser el jefe, y dos subalternos más jóvenes, en la treintena. Todos, embutidos en trajes oscuros con corbatas vulgares, empuñaban unos portafolios negros que hacían presagiar oscuros negocios. Enseguida advertí que se comportaban como un comando bien entrenado: los escoltas tomaron posiciones, abriéndose a los lados y el comandante escrutó el terreno de un rápido vistazo. Me miró un instante, consideró que yo era un tipo inofensivo y, dominando la situación, hizo un gesto con la cabeza a su tropa y pronunció las palabras adelante, procedan. Entonces, uno de aquellos siniestros personajes se asomó a la redacción de Informe Semanal, mirando por encima de las mamparas y comprobó que no había mayores riesgos, mientras el otro extraía de su negra cartera un papel amarillo y lo fijaba en la pared con cinta adhesiva. Era nada menos que un anuncio de hipotecas.

Entonces comprendí que se trataba de un comando de la usura, de tres agentes clandestinos del más peligroso extremismo capitalista. Me aproximé a ellos y les pregunté si tenían autorización para poner anuncios en los servicios informativos de TVE. Los dos subalternos miraron en silencio a su jefe, que le hizo un gesto de retirada y corrió a llamar al ascensor. Tras verlos huir, arranqué el cartelón de la pared y llamé al servicio de seguridad. ‘¿Quiénes son esos tres tipos sospechosos que andan pegando carteles en las paredes?’ No lo sabían. Al parecer, habían entrado en Torrespaña con la excusa de visitar a alguien, lo que significa que contaban con un cómplice. Es decir, que había un infiltrado de la secta financiera entre nosotros.

En fin, puede parecer que exagero. Pero se trata de algo grave, de una agresión. Porque no era más que un comando informativo, pero todos sabemos lo que viene después.

Al cabo de tanto tiempo trabajando en los lugares más ásperos del mundo, de moverme entre guerrillas y sicarios, de habitar lugares de alto riesgo, sólo me han robado una vez: fue hace años, en una sucursal bancaria, concretamente en el despacho de un individuo elegantemente vestido y con sonrisa malévola, al que todos llamaban señor director. Aquel tipo me concedió un crédito de cuatro millones de pesetas a cambio de que yo, en incómodos plazos, devolviera seis.

Otra vez, durante la guerra del Congo, unos soldados me tiraron contra el capó del coche y me pusieron un fusil automático en el vientre exigiéndome la entrega de cuando llevaba yo y mis compañeros Fermín Rodríguez, José Martínez y José Jiménez. Pero, aún así, negociamos y se quedaron sólo con el dinero y los relojes, renunciando a nuestro valioso equipo técnico y respetándonos la documentación. Con el director del banco, sin embargo, no hubo forma de negociar: primero pagaría unos abusivos intereses y luego el capital. Por eso paso más miedo cuando me topo con esos tipos siniestros, que ya hasta se organizan en forma de comandos clandestino, que cuando me enfrento a un pelotón de guerrilleros en el corazón de las tinieblas de Africa.

Por eso, me ha parecido oportuno dar la voz de alarma: cuidado, los integristas del crédito hipotecario no descansan. Si los ven en sus lugares de trabajo, no pierdan tiempo y llamen a los encargados de seguridad.
 
 

 
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Última actualización:
02-Aug-2006
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