HISTORIAS
MÍNIMAS:
41. "Dos estacazos morales".
25/10/2005
Me
voy de viaje, vuelvo a mi Buenos Aires querido,
(donde me despertaréis el martes próximo
por aquello del cambio horario) y como despedida, en
vez de una historia mínima hoy voy a dar un par
de estacazos, también mínimos pero muy
merecidos. El primero es para el Ayuntamiento de Barcelona,
que ha descubierto por fin la solución para acabar
de un plumazo con la miseria urbana: prohibirla. La
idea sería digna de Groucho Marx si no fuera
en serio y no resultara tan amarga. En realidad es propia,
aunque lleve el marchamo del partido socialista, del
franquismo. Porque se trata de una normativa semejante
a la infausta Ley de Vagos y Maleantes de oprobioso
recuerdo como obra de aquel fascismo de vía estrecha
que fue la dictadura del general Franco. Quitaron las
estatuas que rendían homenaje al llamado generalísimo
y, sin embargo, lo homenajean con una Ley en la que
alienta su espíritu. El Otro día, en el
centro de Barcelona, le di unas monedas a una mujer.
Y me las agradeció diciéndome en broma
que estaba ahorrando para pagar las multas que le pusieran
por el delito de ser pobre. Debía ser mexicana
porque en vez de mendiga dijo que era méndiga
pero ‘no vocacional’, como parecen
creer el alcalde Clos y sus brillantes concejales, sino
a su pesar. ‘Si yo tuviera dinero para pagar
las multas no haría falta que me multaran, porque
no tendría que pedir limosna’, me
explicaba. Mucho más inteligente y aguda, aquella
pobre mujer, que el franquista Clos y sus franquistas
concejales que confunden la lucha contra la pobreza
con la lucha contra los pobres. Han previsto multas
contra las meadas en la vía pública, lo
cual me parece muy bien. Lástima que, además
de las meadas en la calle, no se castiguen las cagadas
en los despachos políticos. Porque es una auténtica
cagada política esa ley municipal de represión
de la pobreza.
El segundo estacazo es para una de las grandes ONG españolas
--con la Caridad como estandarte-- que publicó,
a comienzos de 2005, una convocatoria para cubrir dos
importantes puestos de su Administración. La
antigüedad y el rigor característicos de
la institución, obligó a un proceso de
selección cuidadoso y transparente, para evitar
pecados administrativos como el nepotismo,
el amiguismo o el favoritismo. El Secretario General,
el Director General, el Director de Recursos Humanos
y la Directora de Comunicación-- sopesaron cada
curriculum presentado, y leyeron con extrema atención
las convicciones expresadas en las cartas de motivación
que los candidatos tuvieron que enviar. Finalmente,
para exorcizar los demonios de la sospecha, se recurrió
a una consultora externa. La inevitable psicóloga
argentina mantuvo interminables entrevistas con los
aspirantes más destacados y elaboró un
detallado informe sobre el grado de idoneidad de cada
uno. Es decir, que se hizo un irreprochable trabajo
por la justicia en la selección de personal.
‘Impecable’, sentenció el Presidente
de la entidad: ‘ni siquiera tras una investigación
policial podría el Consejo poner reparo alguno'.
Desgraciadamente la persona elegida para el puesto más
importante y mejor pagado (llamémosla señorita
García por utilizar un apellido frecuente)
resultara ser hija de un individuo (llamémosle
don José, por utilizar un nombre frecuente)
que, además de ser amigo de algún obispo
muy influyente en la caritativa entidad, había
sido su anterior Director. ‘¡Qué
mala suerte hemos tenido!’, se lamentaba
el Secretario General, comentando el resultado del largo
y costoso proceso de selección. ‘Ahora,
¿quién va a creer que no nos ha quedado
más remedio que escoger a la señorita
García por sus méritos y no por ser la
hija de don Pepe? Sobre todo, porque a su otra hija
también tuvimos que darle un puesto aquí,
después de otro proceso de selección tan
impecable como éste...’ Es que en
la familia García, don Pepe y sus hijas, son
todos muy listos. Lástima que en la caritativa
ONG que dirigió hasta hace poco no sepan aquello
de que la mujer del César además de ser
honrada, debe esforzarse en aparentarlo.
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