HISTORIAS
MÍNIMAS:
27. "Es imposible
entender el hambre". 13/7/2005
La Universidad de Verano en Guardamar
del Segura me pidió que --en un par de horas
de charla-- explicara a sus estudiantes por qué
el hambre es o deja de ser noticia, y cómo debe
hacerse la información periodística sobre
el problema económico y la tragedia humana que
constituye el hambre. Hay que imaginar las caras de
sorpresa de los alumnos cuando me oyeron decir que esa
es una tarea imposible, que dimitieran de ese empeño
y que cambiaran las correctas palabras de una crónica
al uso por un grito desgarrador o una blasfemia desesperada.
Pero, ¡qué difícil resulta explicar
y entender que el hambre no se puede entender ni mucho
menos explicar! La comprensión de cuanto el hambre
supone hay que plantearla en el terreno de la intuición
y los sentimientos, que también son formas de
conocer, aunque los nietos de Descartes nos empeñemos
en recurrir casi exclusivamente a la razón, como
si nos avergonzara admitir que sentir es también
una forma de comprender y compartir lo que es difícil
explicar.
¿Cómo describir en qué consiste
el hambre? ¿Cómo puede entender un lector
de periódicos, un oyente de la radio o un espectador
de televisión, algo de una dureza tan extrema
sin experimentarlo? Leer las estadísticas resulta
inútil. Vale más observar la imagen de
un niño esquelético, o mirar los ojos
de angustia de una mujer contemplando a unos hijos que
no puede alimentar, para sentir lo que el hambre
significa, más allá de las mediciones
siniestras de los grandes organismos mundiales que cuantifican
la miseria sin llegar jamás a resolverla. Estos
días atrás la Prensa ha hablado del hambre,
a propósito de la reunión del G-8, a la
que han puesto sordina los atentados terroristas en
Londres. Algunos medios parecen haber creído
que los amos del mundo quieren realmente acabar con
la pobreza y poner coto al hambre, cuando en realidad
no hacen más que entonar una vieja canción,
cuya letra se repite con distintas músicas desde
hace mucho tiempo.
El G-8 acaba de condonar la deuda de 18 países
extremadamente pobre. Es decir, ha dado por incobrable
una deuda que ya había sido pagada con creces
en el capítulo de intereses. Pero, además,
los 33.000 millones perdonados en África
es sólo una octava parte de lo que África
debe. Se ha prometido elevar, casi doblar, las cantidades
de ayuda en Cooperación y Desarrollo Económico...
con el año 2.010 como meta. Quienes para entonces
sobrevivan entre la actual legión de hambrientos
tendrán que estar muy agradecidos. Pero se está
aún muy lejos de los mínimos imprescindibles,
incluso del famoso 0,7 por 100. ¿Cuándo
firmarán las grandes potencias económicas
un compromiso de no vender armas y no comprar materias
primas de regiones castigadas por la guerra? Eso sí
sería un compromiso eficaz.
En fin, creo que el hambre no es materia de estudio,
sino de movilización. Y tuve que decir a mis
alumnos que no necesitaban un profesor, sino un agitador,
para aprender a pelear en nombre de los hambrientos.
Informar puede ser una forma de pelear, si la información
no se queda en las frías estadísticas
y sirve para desenmascarar a quienes intentan rentabilizar
políticas de meros paliativos mientras millones
de personas agonizan sin nada que llevarse a la boca.
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