HISTORIAS
MÍNIMAS:
15. "Llamada desde
Nimba (Liberia)". 19/4/2005
(Crónica improvisada por teléfono,
seguida de una entrevista con la coordinadora de la
ONG International Rescue Commitee en Liberia, hecha
por teléfono satélite desde Ganta, junto
a la frontera con Guinea Conakry).
Me
encuentro --es decir, nos encontramos porque
estoy con ese gran operador de cámara y amigo
que es Jesús Mata, y con el ayudante Fernando
Romera, que hace su primer viaje por África--
en Ganta, una ciudad del interior de Liberia, casi pegada
a la frontera con Guinea Conakry. Es una ciudad sin
luz eléctrica, sin transportes, sin a penas servicios,
que acusa los efectos devastadores de la guerra y donde
se respira una frágil paz impuesta por las tropas
de Naciones Unidas. Aunque, la verdad sea dicha, los
cascos azules de Bangla Desh no inspiran mucha
confianza a nadie, ya que al oír un par de tiros
salen corriendo a esconderse en sus cuarteles. Tan es
así que sus jefes los encadenan a los fusiles
automáticos, para que no se los roben, y dan
una imagen patética montando guardia en los puestos
de control, con una pulsera y una cadena metálicas
que los une a sus armas.
Ganta
es la capital del condado de Nimba. Solo en esta región
hay censados más de un millar de niños
soldados, de los once mil que registraron las Naciones
Unidas durante el reciente proceso de desarme. Pero
en realidad son muchas más, tal vez cinco o seis
mil más. Porque muchos no entregaron su armamento,
y es un secreto a voces que están siendo reclutados
para ser otra vez carne de cañón, enviados
al otro lado de la frontera con Costa de Marfil. Ayer,
durante todo el día, estuvimos hablando con ellos,
recogiendo algunas de sus historias para un reportaje
que se emitirá en Informe Semanal el mes que
viene.
Pero
el drama de los niños soldados es solo una parte
de la enorme tragedia de Liberia. Basta un dato para
darse cuenta de su magnitud: según las organizaciones
humanitarias, el 85 por 100 de las mujeres de este país
sufrieron ataques sexuales y violaciones durante la
guerra, y miles de niñas y adolescentes fueron
secuestradas y convertidas en esclavas sexuales de los
distintos grupos combatientes.
En
fin de todo esto podremos hablar más despacio
a mi regreso. Ahora creo que sería mejor que
le pase el teléfono a Carmen López-Clavero,
directora de programas del International Rescue Commitee,
cuya hospitalidad nos ha brindado un lugar para dormir
estas últimas noches sobre unas colchonetas y
bajo unos mosquiteros. Esta ONG se esfuerza en ayudar
a que las mujeres y los niños afectados por la
guerra recuperen la normalidad de sus vidas. Y Carmen
puede contar mucho mejor que yo la gravedad de la tragedia
olvidada que se vive en este rincón perdido de
África.
|
|
|