HISTORIAS
MÍNIMAS:
2.1 "La espléndida
perdigonada". 10/1/2006
Hoy quiero contar una pequeña
--mínima-- historia que tiene mucho que ver con
Evo Morales, el presidente indio de Bolivia que nos
visitó días atrás. Pero antes,
una referencia a un correo que destaca entre los recibidos
esta semana en mi página web. En él, un
profesor de lengua llamado Mario Amaya me dice que te
diga que es correcto utilizar el calificativo espléndida,
tal como hice la semana pasada para definir la perdigonada
que don Manuel Fraga Iribarne sacudió accidentalmente
en el culo de la hija del dictador Franco. Porque espléndido
es sinónimo de generoso y de abundante, así
que en este caso su uso es adecuado porque los perdigones
fueron numerosos.)
2.2
"Evo, campesino y presidente". 10/1/2006
Recordaba
yo estos días una anécdota de años
atrás, cuando entrevistaba en México al
líder de un partido de izquierda marxista, apellidado
Jaramillo Flores. Sentado bajo un enorme retrato de
Stalin, aquel revolucionario de despacho hablaba y hablaba
de una revolución que habría que hacer
pero que nunca se haría. Se remontó 500
años en la Historia de América, y empezó
a enumerar las atrocidades cometidas durante la conquista:
‘Cuando ustedes los españoles
arrasaron nuestra civilización y nuestra cultura...
--decía-- Cuando ustedes los españoles
pasaron a cuchillo a nuestros gobernantes...’
Repitió varias veces ese estribillo de cuando
ustedes los españoles hasta que, irritado,
le dije: ‘Mire, señor Jaramillo Flores,
usted no se llama Quatemoc ni es indio. Su piel es tan
blanca como la mía y sus apellidos son españoles.
Así que haga el favor de rectificar y, en honor
a la verdad, empiece a decir cuando mis abuelos
españoles asesinaron y saquearon... porque
fueron sus abuelos; los míos se quedaron en España,
y no cometieron crimen alguno.’
Eso
no habría podido decírselo a Evo Morales.
Porque el presidente electo de Bolivia no desciende
de los criollos de origen español, ni
siquiera de los indios cipayos que trabajaron
a su servicio y forman una clase dominante en las burocracias
estatales. Evo es campesino, hijo y nieto de indios
empobrecidos y explotados. Por serlo y por no renunciar
al aspecto humilde que tienen los suyos --embutido en
un jersey de lana en vez de ponerse el uniforme
de político, con traje y corbata-- han tratado
de ridiculizarlo algunos bufones de la derecha española.
Mi
padre me decía que desconfiara de quienes hacen
chistes a costa de cualquier cosa, sin cuestionar de
qué se ríen, porque son gente sin cabeza
ni corazón. Pero, puesto a desconfiar, desconfío
aún más de esos editorialistas que se
preocupan tanto de lo que llaman intereses españoles
en Bolivia. Porque confunden adrede el interés
general con los intereses económicos de algunos
españoles. Mis intereses como ciudadano español
no son los negocios de Repsol o del grupo Prisa en Bolivia,
sino que los bolivianos --los indios como Evo Morales--
no sigan condenados a vivir en la miseria. Porque los
míos no son los accionistas del petróleo,
sino esas gentes sencillas del altiplano que he conocido
en las calles del Alto en el cinturón de pobreza
que rodea la ciudad de La Paz, o en las bocaminas de
Potosí. Y junto a los que he coqueado,
es decir mascado hojas de coca mezcladas con algo de
llusta (una lejía muy alcalina) para
formar el llamado acullico (en lengua quechua)
o aculliño (en aymara). Gentes humildes
que me enseñaron a decir coca wanqa chisiyani,
paqarini llankaspa, lo que en quechua significa
con la coca se trabaja hasta la noche y hasta el
alba. Porque ese ha sido siempre el destino y la
única riqueza de los indios como Evo Morales:
trabajar, día y noche.
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