Encabezamiento Vicente Romero
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CRÓNICAS EN RNE


HISTORIAS MÍNIMAS:


29. Siempre los perros. 18/7/2006


Me han escrito muchos correos electrónicos sobre un comentario, una historia mínima, de semanas atrás: aquella historia de un perro del que quisieron deshacerse sus dueños antes de unas vacaciones de semana santa y fue el único superviviente familiar del éxodo... Ahora que se aproxima otro abandono masivo de mascotas domésticas, una oyente me cuenta que ese relato le trajo a la memoria una imagen tremenda, fugazmente vista en un telediario tras una de esas absurdas huidas masivas de las ciudades hacia la costa: un perro sentado frente a los restos retorcidos de un coche, junto a los cadáveres de sus amos. El chucho había sido el único superviviente del accidente. ¿Qué habrá sido de él?

Es curioso que, de cuantas pequeñas historias se cuentan en este rincón radiofónico de los martes, las que más ecos producen entre los oyentes son siempre las protagonizadas por niños y por perros. Quizá porque esos seres inocentes llenan de ternura los espacios de nuestras vidas, en una sociedad cada año más vacía de inocencia y de afectos sinceros. Los niños y los perros nos miran siempre con un amor absoluto, nos obsequian con una admiración inmerecida y se muestran capaces de perdonarnos cualquier cosa sin necesidad de explicaciones. Recuerdo que un compañero de viajes de televisión, tras separarse de su mujer, me contaba con una sonrisa amarga que lo que más echaba de menos era su perro. Porque --decía-- era el único que se emocionaba, que se alegraba sinceramente, cuando le veía volver a casa.

El caso es que muchos oyentes me piden que hable de perros. Está bien, hablemos de perros, hablemos de nosotros mismos. Hace poco se celebraba en Colmenar Viejo --un pueblo al norte de Madrid, orgulloso de su identidad-- un concurso canino ejemplar: un certamen de chuchos callejeros, de perros sin raza, es decir de animales considerados sin valor económico, sin esa gilipollez del pedrigí que es la versión canina de los ridículos títulos nobiliarios y la aristocrática sangre azul. (Una expresión esa, sangre azul, que suena a enfermedad degenerativa incurable.) En Colmenar se escogía a los perros más guapos y simpáticos... Un pretexto para promocionar a los perros sin raza como los mejores animales de compañía, como los mejores amigos de los hombres sin raza que --contra lo que nos trataban de inculcar los dementes ideólogos del fascismo-- somos los españoles.

En este país nuestro, por suerte, hay cada vez más chuchos callejeros. Y también más negros africanos, más indios latinoamericanos, más moros magrebies... que nos garantizan un futuro mestizaje tan fecundo como nuestro propio origen histórico de cruces entre iberos, celtas, romanos, cartagineses, godos, moros y judíos, que hicieron de nosotros unos estupendos chuchos humanos. Negros, indios, moros, ya no pueden ser palabras despectivas. Porque definen a gran parte de los nuevos españoles que nacen en las maternidades de nuestras ciudades. ¡Qué les voy a contar yo a ustedes! Me casé con una inglesa cuya madre era danesa, mi propia madre nació en México, mi abuela era gitana, tengo una hija camboyana y hasta mi perra es inmigrante: Isa, un chucho callejero que me encontré en Santiago de Chile. Estos días, cuando la llegada del verano y el final de otra temporada me invitan a la melancolía de las historias que se cierran y las cosas que se acaban, hay momentos en que yo también siento que Isa, mi perra, es quien mejor intuye mis tristezas y mis depresiones --es decir, mis pasajeros estados de lucidez-- y la que más alegría muestra cuando llego a casa.
 

 
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Última actualización:
06-Aug-2006
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