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CRÓNICAS EN RNE


HISTORIAS MÍNIMAS:


19.
¿Intereses españoles? 9/5/2006


Traía un puñado de historias y de personajes, anotados en mi libreta de viaje durante mi visita a Nueva York de la semana pasada. Pero he decidido aplazarlos para otra ocasión, y desentonar en el coro de tertulianos radiofónicos que tan preocupados están estos días por la nacionalización del petróleo y del gas en Bolivia. Porque me han venido a la memoria, de forma incontenible, algunas personas que conocí en distintos viajes por el empobrecido país andino.

La primera en mis recuerdos es Alejandra, una niña de nueve años que encontré en Potosí, en lo que fue el mayor yacimiento de plata del mundo. Nos disponíamos a entrar Jesús Mata, Fernando García Brioles y yo en una de las viejas galerías que horadan el llamado cerro rico, donde grupos de mineros arañan las últimas lágrimas de plata que oculta la tierra, cuando Alejandra salió a nuestro encuentro: pequeña, flaca, con la cara llena de churretes y unos ojos muy vivos, se ofreció a guiarnos. Nos resistimos, para no meterla en aquella peligrosa galería. Pero no hubo forma de impedir que nos acompañara, deseosa de ganarse unas monedas. Era su actividad de cada día, con los escasos turistas extranjeros que se aventuraban por aquel laberinto en las entrañas de la tierra. Así conseguía algo de dinero para ayudar a que su madre sacara adelante a media docena de hermanos más pequeños. Tras un penoso recorrido jadeando por efecto de los 4.000 metros de altura, cuando acabamos la filmación, Alejandra nos invitó a ir a su hogar: era una casucha de adobe, sin agua corriente ni luz eléctrica, alzada a pocos metros de la bocamina. Allí, rodeados de críos y de perros, charlamos con su madre, y la cría nos expuso su sueño de estudiar para convertirse en guía de turismo. ‘Somos muy pobres --nos explicó-- porque toda la plata que había se la llevaron los españoles.’ Alejandra tenía razón: lo que fue el mayor emporio de riqueza durante la colonización española ha quedado convertido en uno de los focos de pobreza más sangrantes del continente americano.

No hay que darle vueltas: la causa más directa de la pobreza en el mundo es el enriquecimiento ajeno, el expolio que provoca la acumulación de riquezas por los grupos económicos más poderosos del mundo. Entre ellos, las compañías petroleras. Porque igual que mucho tiempo atrás se esfumó la plata boliviana, estos últimos años se han estado esfumando el petróleo y el gas bolivianos, malvendidos, dejando muy escasos beneficios a sus dueños legítimos. Y cuando escuché la noticia de la nacionalización dictada por el gobierno de Evo Morales, me acordé de mi pequeña amiga Alejandra, y también de los indios guaraníes que aún viven en régimen de esclavitud en las haciendas del Chaco Boliviano. Y de los dignísimos quechuas y aymaras --las dos etnias mayoritarias-- que soportan una explotación extrema, incapaces de superar la miseria a la que nacen condenados. Una mañana oí exclamar a uno de ellos, que araba junto al colosal gasoducto por donde la energía boliviana escapa a otros mercados, ‘ojalá que toda esa riqueza fuera realmente nuestra y yo pudiera alimentar y educar mejor a mis hijos.’

Sus palabras resuenan en mi memoria estos días, cada vez que escucho a alguno de mis colegas radiofónicos clamando en defensa de los supuestos intereses españoles en Bolivia. Porque mis intereses como español no están en las cuentas de beneficios de Repsol YPF, sino en que paguemos el petróleo y el gas bolivianos a su precio justo, y que ello sirva para mejorar la vida de gentes como la pequeña Alejandra, para que toda una nación olvidada de Dios pueda disponer de hospitales o escuelas, y para que todos los bolivianos tengan un plato de comida caliente asegurado. Me resisto a considerar intereses españoles los frutos del expolio petrolero, empeñado como estoy en creer que la mayoría de los cuidados españoles somos un pueblo solidario, no un sindicato de accionistas despiadados.
  

 
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Última actualización:
04-Aug-2006
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