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CRÓNICAS EN RNE


HISTORIAS MÍNIMAS:

6.1 "Lo que fue del niño lama". 15/2/2005

(Diálogo improvisado con Julio César Iglesias sobre Osel Hita, el niño granadino a quien se supone una reencarnación del lama Yeshe. La última vez que lo vi fue en el año 2001, cuando lo visité en un monasterio del sur de la India donde proseguía sus estudios budistas, acompañado por su padre, Paco Hita. Desde allí llamé por teléfono y Julio César lo entrevistó. Entonces, en el reportaje que hice para el programa ‘En Portada’ no quise desvelar algunas cosas, como la temporada que el adolescente había pasado en Mallorca, despojado de su túnica azafrán, para estudiar durante unos meses en un instituto público como un chico español más, mientras ocultaba su identidad incluso ante quienes conocían a su familia, asegurando ser uno de sus hermanos. En la conversación que mantuvimos y filmamos en la India ya se advertía que Osel albergaba serias dudas sobre la reencarnación, y empezaba a cuestionar su propia vida. Pocos meses después Osel colgó los hábitos, quien sabe si esta vez definitivamente. Se vino a Madrid y empezó a hacer todo lo contrario de lo que había hecho hasta entonces. Se tiñó el pelo de verde, se dedicó a bailar en las discotecas y supongo que a tocarle el culo a cuantas chicas pudo. Es decir, lo lógico en un chaval español de su edad. Ahora me llegan noticias de que Osel está en Suiza, estudiando. Lo cierto es que no ha parado de estudiar en toda su vida. Gracias a su experiencia como reencarnación de Yeshe, habla perfectamente inglés y tibetano además de español, y conoce distintas culturas. Ahora tiene que convalidar y completar estudios, para acceder a la universidad. En fin, su vida sigue. Y habrá que volver a verlo y hablar con él, dentro de unos meses o años, para recapitular y conocer un poco más de su insólita experiencia.)


6.2 "Adiós, Tacuma". 15/2/2005

Esta mañana estoy triste, porque se me ha muerto un amigo. Y no quiero contar historia alguna, por mínima que sea, sino echar una lágrima que es una expresión casi poética de la vieja jerga periodística infinitamente más noble que ‘escribir una necrológica’. Quiero, necesito, echar una lágrima por Teófilo Calle: un actor de teatro, con una voz poderosa y una enorme bondad. Teófilo se ha muerto --lo decían ayer los periódicos, y ya empieza a darme miedo leer los periódicos-- en un hospital de Córdoba, esperando la donación de un corazón, que no se produjo a tiempo. El trasplante era su última esperanza. Vana, porque era muy difícil encontrar un corazón capaz de reemplazar el suyo, que tenía una infinita capacidad para la ternura. Seguramente a causa de ella se cargó de hijos siendo muy joven
.

Conocí al actor Teófilo Calle a principios de la década mágica de los setenta, cuando yo era un autor novel, aspirante a periodista, y él acababa de recuperarse de una tuberculosis en un sanatorio de la Sierra madrileña. Aceptó con generosidad interpretar uno de los dos protagonistas en mi pieza de teatro para niños ‘El soldado que se escapó de una guerra’. (El otro protagonista era Carlos Meneghini, uno de los hermanos malasombra de Los Chiripitifláuticos en TVE, por el que también tuve que echar una lágrima aquí hace ya tiempo.) Teófilo encarnaba a un oso de peluche llamado Tacuma. Siempre dijo, en tono de broma aunque muy en serio, que Tacuma era el papel de su vida. Porque, en el fondo, él era como un enorme oso de peluche al que abrazarse en momentos de angustia.

Aquella obra, ‘El soldado que se escapó de una guerra’, fue prohibida porque --según dijeron los censores-- era antimilitarista e incitaba a la deserción. También prohibieron la adaptación que, por encargo del Teatro Español, hice de ‘Alicia en el país de las maravillas’. El dictamen censor, que guardo como un tesoro, aseguraba que el juicio contra Alicia acusada de robar los pasteles de la Reina, pretendía ser una denuncia del atroz proceso de Burgos con sus penas de muerte... Después, Teófilo interpretó un cura en otra pieza mía, ‘El carro del teatro’. Pero tampoco tuvimos suerte: finalmente los censores la tacharon considerando que caricaturizaba el sacramento de la Confesión. Era una época difícil. Mucho más difícil que esta, donde no hay censura y las mordazas son mucho más sutiles. Por ejemplo, Javier González Ferrari para silenciarme cuando fue Director General de esta Casa, me comunicó que yo ‘estaba muy cansado y no me convenía madrugar tanto’... Pero yo estaba echando una lágrima por Teófilo, no por los censores que tanto nos hicieron llorar y --mal que nos pesara-- reír en aquellos tiempos del franquismo postrero.

Teófilo, además de ser un magnífico, escribió varias obras interesantes y puso en pié espectáculos valiosos. Pero la naturaleza del teatro es efímera, a diferencia del cine cuyas películas se reponen en televisión año tras año, y el trabajo de sus artistas es más difícil de retener en la memoria colectiva. No importa. Quienes no hayan conocido a Teófilo Calle más que sobre los escenarios podrán recordarlo mejor o peor, o incluso olvidarlo. Yo, que fui su amigo, no lo olvidaré nunca. Para mí será siempre Tacuma, y lo recordaré repartiendo cariño, embutido en su disfraz de oso de peluche riendo a carcajadas.
 

 
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Última actualización:
13-Mar-2005
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