FRAGMENTOS DEL LIBRO

Las personas
     OTRO CORAZON MAS

    <Las aldeas de más difícil acceso en el corazón montañoso de Honduras, al sur de Santa Rosa de Copán, están formadas por precarias viviendas con techos de latón y suelos de tierra, sin vidrios en las ventanas, sin más agua que la de lluvia y carentes de luz eléctrica. Son casitas de una pobreza antigua y profunda, donde los campesinos se esfuerzan en resistir a los efectos devastadores de la especulación sobre el producto de su trabajo por parte de las grandes corporaciones que controlan el mercado mundial de alimentos.
    Durante un par de días, guiados por Vicente González de ETEA*, Jesús Mata, Fernando García Brioles y yo serpenteamos por las laderas cubiertas de cafetales, visitando a las humildes familias que los cultivan. Allí conocimos al señor Villanueva, un agricultor de cincuenta y un años -aunque aparentase más de setenta- que nos abrió las puertas de su hogar y nos invitó a unas tazas de café recién arrancado de la planta y tostado en su fogón. Villanueva no se parece en nada al Valdés de los anuncios, pese al bigote, el sombrero de paja, la camisa abierta y el caballo. Porque Villanueva es extremadamente pobre, tras haberse pasado la vida trabajando para sacar adelante a sus 10 hijos, cinco varones y cinco hembras, que han heredado de él la escasez y la miseria que se transmiten de generación en generación.
    Para asegurar el puchero, el bueno de Villanueva cultiva frijoles y algo de maíz, además de cuidar con esmero su cafetal. Nos lo contaba mirándonos a los ojos y asegurándonos que ser tan pobre no le había impedido ser feliz. Porque estuvo muy enfermo y las facturas de médicos y farmacéuticos acabaron de arruinarlo. Pero decía que entonces su mujer le había demostrado una vez más su amor, diciéndole que lo vendiera todo, y que pediría limosna si hacía falta para que siguiera vivo junto a ella. Después nos mostró con orgullo unas fotos de las bodas de sus hijos mayores, que compartían con él apuros, tierras y trabajo.
    A nuestro alrededor, se movía a saltos una perrita. Le faltaba la mitad de una pata delantera, porque un mal día se la cortaron accidentalmente de un machetazo al desbrozar las matas donde dormía. Villanueva la vendó y logró que la herida cerrase. <Aquí no hay médicos, ni para la gente ni para los animales. Así que la curamos con cariño>, nos explicaba. Por eso la llaman Trunca, que significa coja. Trunca había parido pocas semanas antes: un solo cachorro, porque la Naturaleza es sabia, y le daba de mamar bajo la cama de sus dueños. <Otra boca más>, dije yo. <Otro corazón más en la casa>, me respondió Villanueva. Y yo sentí que Villanueva era un amigo, tan cercano a mí como lejano y enemigo me resulta míster Brabeck, el todopoderoso gran patrono de la multinacional Nestlé, una de las grandes corporaciones que se enriquecen gracias a la pobreza de hombres de verdad como el seƱor Villanueva.
    *ETEA es una ONG cordobesa que ayuda a los pequeños productores de café en Centroamérica.



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